martes, 31 de mayo de 2016



Queridos hijos, Mi invitación para la humanidad es que invoquen la Divina Maternidad. La Divina Maternidad, hijitos, consiste en que Dios se hizo Hombre en Mi Vientre Inmaculado, pero no dejo de ser Dios. Acogí a Dios como Hijo y Dios tomó de Mí, Carne y Sangre, para convertirse en Hombre.

Hijos, en eso consiste el misterio de la Maternidad Divina en que Yo, criatura, fui Madre del Señor, Dios y Hombre verdadero. Esta Gracia tan poco conocida, pero tan amada por Jesús, deben invocarla las madres del mundo, para que en el gobierno de sus hijos los dirijan según el Espíritu Santo y no en los criterios humanos. Porque el Espíritu Santo es la fuente de verdadera sabiduría y de conocimiento. Y si vivimos y formamos a los niños en el espíritu del mundo se llenaran de egoísmo, de soberbia, de prepotencia, e incluso hasta el ateísmo práctico.

Por eso, hijos, enseñen a los pequeños que primero está Dios. Lo primero que deben aprender los niños es a obedecer los Diez Mandamientos para que eviten el pecado y la desgracia. Hijos, el mundo ignora las Palabras del Señor, e incluso muchos seguirán ignorando las Enseñanzas de Mi Hijo, porque no hay apertura de corazón en los hombres de hoy.

Hijitos, ustedes clamen la Divina Maternidad para que Mi Inmaculado Corazón de Amor Maternal gobierne a sus hijos, gobierne sus familias, gobierne sus vidas. Donde está Mi Inmaculado Corazón hay sabiduría porque Yo soy el Trono de la Sabiduría. Hijas, no olviden de invocar diariamente, sobre vuestro ministerio de madre, la Divina Maternidad, para que guíen a los hijos con amor, con sabiduría, y, sobre todo, en el Espíritu del Señor, que eso es lo más importante: Amar y servir al Señor. Yo les amo y les bendigo. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.